Pedaleando la Cuchilla Grande (UY) [Parte 2]

Tal como lo escribimos en la primera parte, la séptima noche de la travesía por la Cuchilla Grande la pasamos en las Grutas de Salamanca. Este lugar se encuentra en el extremo norte del departamento de Maldonado. 

Desde la ciudad de Aiguá, hay varios caminos que llegan a las Grutas. El que elegimos estaba afectado por la misma tormenta que nos dejó fuera del camino por dos días. Volvimos sobre nuestras huellas y después de hacer varios kilómetros nos acercamos a las Sierras de Sosa.

El nombre de estas grutas tiene sus raíces en el Guaraní y significa "lugar de rito". También podríamos pensar en "lugar de encuentro" ya que el macizo de  piedra contiene una gran estructura en su interior de cientos de metros cuadrados. 

Este lugar nos recibió de la mejor manera. Mucho silencio adornado por las aves y las vacas, las sierras aunque pequeñas, majestuosas y verdes. Y lo que es muy bien visto por nuestra civilización: baños equipados y duchas calientes en muy buenas condiciones. Y todo sin pagar un peso. 

La vista de ese alojamiento es una de las mejores que hemos tenido. En el lugar nos sentimos tan cómodos que hasta lavamos ropa. A la noche, la ausencia del sol se siente y la fogata esta vez fue una carretilla de leña, lo único que pagamos en el lugar. Junto a los baños tiene su vivienda un sereno, más abajo sobre un lago artificial hay dos cabañas que funciona como albergues y en el primer tramo por el sendero hacia las Grutas hay un parador (cerrado en ese momento) con excelente vista. 

Estuvimos menos de un día, sin embargo para conocer el lugar es necesario más tiempo. En estas pocas horas pudimos comprobar que es un lugar muy lindo para volver y descubrir.

En la zona se extienden varias columnas de cerros y hay trillos que los circundan con muy buenas postales naturales hacia los lados. En la Gruta, el camino que lleva a la cima y luego al resguardo ofrece una experiencia sensitiva de las que más nos gustan. Helechos y otras plantas autóctonas en un trillo que tiene miles de años.

Con los días contados tuvimos poco margen  de elección en los caminos, por lo que al día siguiente volvimos a la ruta 13 rumbo a Velázquez. Precisamente la octava noche de esta travesía, la pasamos allí. En este tramo dejamos bien atrás las empinadas sierras, para andar por horas en un llano a la altura del mar por 200 kilómetros hacia la frontera con Brasil. 

Volvimos a llegar a una cuidad de noche. Para este entonces ya habíamos aprendido que esto no es bueno. Como si fuera poco estaban cortadas todas las luces del alumbrado público. La situación se fue volviendo desoladora junto con las respuestas de algunas personas con las que conversamos en comercios y la policía. Esta última nos sugirió armar la carpa abajo del puente de la entrada, nosotros que ya habíamos pasado por allí vimos que el agua y la humedad lo volvían un pésimo lugar para dormir. Entre las tantas recorridas que dimos por el lugar fue que vimos un porche muy atractivo como resguardo. Todo el pueblo nos había visto, así que no hubo problema.

Se trataba de la sede departamental de la Asociación de las Mujeres Rurales del Uruguay, a quienes les enviamos un saludo y agradecimiento si leen esto :) 

En el mismo predio se encuentra otra oficina (también cerrada) que al frente tiene una canilla, así que salimos bien aprovisionados de agua, para continuar pedaleando el llano norte del departamento de Rocha.

Puesta a punto en Lascano, Rocha.
Puesta a punto en Lascano, Rocha.

La siguiente ciudad fue Lascano, esa mañana pedaleamos más de 50 km y era menos de la mitad del total planificado, ya que pretendíamos llegar a Charqueada para pasar la noche en el camping de ese mismo lugar. Nacho se dio cuenta de que le faltaba uno de lo tornillos al porta equipajes trasero, era el momento de arreglarlo porque el terreno de la ruta que teníamos por delante se ponía cada vez peor. En el taller de Nico, con quien nos habíamos cruzado a la entrada de Lascano (él muy liviano, en una bici de ruta) fuimos muy bien recibidos y no sólo repuso el tornillo que faltaba sino que nos regaló 4 más, de repuesto.

 

Así fue, entre tramos asfaltados y otros prácticamente borrados que llegamos (otra vez de noche) a Cebollatí. En ese escenario, había que pasar el río hacia Treinta y Tres (donde está el camping municipal). Esto se puede hacer por medio de dos servicios de balsas, una gratis que funciona hasta las 21 hrs. y es del Estado (Hidrografía, MGAP). La otra llamada "La quemada", funciona siempre que hayan clientes y el precio por cruzar 200 m de río es de 120 pesos uruguayos.    

Eran casi las nueve de la noche cuando llegamos a Cebollatí, entramos a un almacén a comprar algunas provisiones y aprovechamos para informarnos sobre el servicio de balsas. Sabiendo que no llegábamos a la gratuita nos decidimos por "La quemada", siempre con la idea de pasar la noche en el camping de Charqueada, al otro lado del río. El camino hasta el lugar de cruce es bastante sinuoso y por momentos paralelo al río, la dificultad era complementada por la oscuridad de la noche sumada al cansancio, después de pedalear más de 100 kilómetros.

Esperamos un poco mientras uno de los balseros terminaba de ducharse, mientras charlamos con otra de las personas que administran ese cruce. Es ahí donde surge su interrogante de por qué cruzábamos a esa hora y nos ofrece un lugar donde armar la carpa para pasar la noche. No dudamos en aceptar, dada las ganas de parar que teníamos y la certeza de poder darnos una ducha caliente antes de dormir.

 

Al otro día, nos cruzaron en una de las lanchas pequeñas. No nos cobraron y les quedamos muy agradecidos :) 

Río Cebollatí desde el Camping de Charqueada
Río Cebollatí desde el Camping de Charqueada

Del otro lado del río Cebollatí, comienza el departamento de Treinta y Tres. El llano continúa y el sentido lo marca el trazado de la ruta 17 por los llanos arroceros olimareños, desde la ciudad de Charqueada hasta la capital departamental, Treinta y Tres. Nosotros fuimos en ese sentido y amanecimos en esa ciudad en lo que fue la décima noche de travesía.

Este día solo pedaleamos 60 kilómetros por un terreno bastante amigable, pero volveríamos a perder ritmo debido a la tormenta, y en Treinta y Tres sumamos otros dos días más sin pedalear. Esto supuso (lamentablemente) recortar el tramo hacia la Quebrada de los Cuervos y la vuelta hacia Montevideo por el departamento de Florida. Para ese entonces la única alternativa fue volver sobre la Ruta 8, ya que son 300 kilómetros desde Treinta y Tres hasta Montevideo, lo que con un buen ritmo de pedaleo podía hacerse en tres tramos. En un principio no teníamos claro dónde ni cuándo haríamos las paradas, las que terminaron siendo en Mariscala y Minas. Esta planificación flotante es clave para viajar de este modo, más aun si los días están contados.

La ruta 8 es monótona como todas las nacionales pero tiene algo bueno, la banquina en buen estado.

 

La tormenta no se fue del todo, pero ese viernes arrancamos igual. Era ya el día 13 y dividimos el trayecto en tres, el primero culminó en Mariscala, otra vez en el departamento de Lavalleja.  

Este lugar se caracteriza por los servicios que ofrece sobre la Ruta 8, para quienes desean hacer una parada para almorzar o cenar. Incluso para quienes manejan camiones es una muy buena opción. Por esto pudimos suponer que era un buen lugar para pasar la noche y ducharnos. Había una opción de agua caliente pero para quienes llegan temprano, la opción dos era fría pero no dudamos y allí quedamos el viernes de noche.  

El sábado amanecimos bajo el resguardo de una veterinaria, donde armamos la carpa. Desayunamos y tomamos mate antes de volver a la ruta. Minas no estaba lejos y el sábado de noche volvimos a la casa de un gran amigo en esa ciudad. No había chance, para el domingo quedaban más de 100 kilómetros hasta Montevideo. 

Terminal de Buses de Minas, Lavalleja.
Terminal de Buses de Minas, Lavalleja.

La tormenta, que a esta altura pensamos que fue la misma que iba y volvía, nos obligó a elegir entre pedalear en esas condiciones o hacer un verdadero cambio de planes. Hubiera sido mejor quedarnos y esperar pero no era una opción posible porque ambos volvíamos a trabajar el lunes en Montevideo. Esto nos llevó a reflexionar sobre varias cosas, por un lado el sentido del tiempo y el valor del minutero que es interpelado por esta forma de moverse. Y por el otro, las resignaciones que estamos dispuestos a hacer cuando en un principio no estábamos dispuestos a subirnos a un bus. Muchas ideas se nos vinieron y con ellas las ganas de seguir viajando y moviéndonos, en bicicleta.