Fin de año en la frontera | Fuimos por unas vacaciones y esto fue lo que salió:
Salimos el 27 de diciembre desde Aguas Dulces. Nacho ya estaba allá desde el 23 y Ornella llegó el 26. Los dos fuimos en ómnibus y las bicis fueron con el equipaje. Desde la terminal Tres Cruces no nos cobraron extra, sin embargo el guarda del coche que tomamos en Chuy para volver hasta Pan de Azúcar nos planteó lo contrario. Al final tampoco nos cobró, pero es evidente que no hay un único criterio.
Hace poco hubo un temporal que dañó mucho el balneario de Aguas Dulces, en donde el mar derribó alrededor de 40 casas contra la costa. El viento afectó (y sigue afectando) varios lugares pero ninguno está tan expuesto como este. Las casas están muy cerca del mar, no hay médanos y el terreno está a la misma altura que la playa.
Les llevó varios días retirar los escombros que dejaron las casas derruidas sobre la playa, el relleno fue ubicado al final de la calle principal generando una explanada.
Las calles del lugar son pequeñas y los autos ocupan un gran porcentaje, como resultado se generan divertidos embotellamientos entre peatones, perros, autos y alguna bicicleta. Vendría muy bien limitar la circulación de los automóviles en varios tramos del lugar ya que contribuyen al (permanente) mal estado de las calles.
Saliendo hacia la ciudad de Castillos, en seguida de la rotonda de la Ruta 10, sobre la derecha comienza un camino. Lo conocimos por strava y luego confirmamos en Google Earth que (existía) había una portera que cerraba la entrada. Según escuchamos después, es la continuación de la misma Ruta 10, hasta empalmar con la Ruta 9. Este es el mejor tramo que recorrimos más allá de su dificultad. Luego llegamos a la Ruta 9 que como todas las nacionales, es monótona y peligrosa.
Luego de la primer portera comienza un trillo (que no llega a ser camino) sobre un suelo inundable, entre bañados. Hay una laguna que aparece en los mapas y sirve como referencia junto a la única casa que está en el camino, al lado crece un ombú bien visible. En ese punto doblamos a la izquierda siguiendo la silueta dibujada por otros vehículos en el pasto. Más adelante hay una nueva bifurcación, si tomamos la izquierda volvemos hacia Castillos, si tomamos la derecha el camino mejora poco a poco y luego de otra portera (3 en total) se avista la Ruta N° 9.
Primer parte del resumen de imágenes:
La Esmeralda es un balneario con poco desarrollo turístico, lo que lo vuelve atractivo para quienes disfrutamos de lo agreste y el silencio del mar. Las construcciones están muy espaciadas entre sí y tiene una hermosa playa inmensa.
A la noche priorizamos encontrar un lugar para armar la carpa y se nos hizo tarde para buscar comida. Las reservas de maní, una manzana y dos barritas de cereal acondicionaron la cena junto con las estrellas. Armamos la carpa bajo el resguardo de un palafito en una casa desocupada. Arriba, a la altura del piso, la casa tenía un avance con asiento de madera, fue el mejor lugar para mirar el cielo.
Al otro día entre el sol y el calor nos despertamos temprano y después de entibiar agua para el mate, bajamos a la costa. Conocimos un parador sobre la playa construido en madera, también deshabitado, que sirvió para aplacar el sol que ya pegaba fuerte, a las once de la mañana. Fuimos hasta el único almacén que vimos abierto (hasta las 9 de la noche) a buscar frutas, atún y agua caliente porque el anterior no se parecía tanto a mate.
Vimos pocas personas ese día, entre ellos el niño que nos atendió en el almacén que no tenía más de trece años. Los precios nos parecieron elevados pero no nos privamos de unas galletas con lino y mucho aceite de una panadería de la zona. Estuvimos a la sombra de un pino tomando mate (con agua caliente) durante dos horas hasta que volvimos al campamento a preparar el arroz para el atún.
Después de comer, sobrevino una profunda siesta porque lo que sobró ese día fue tiempo y a la sombra. El sol quemaba en su hora pico, sin embargo a la sombra el viento leve pero sostenido, enfriaba hasta hacer necesario un abrigo.
Siempre hay que contar con utensilios de cocina, pero cuando los olvidas hay que improvisar. El arroz se puede empujar con galletas y la esquna de una caja de jugo puede ser una cuchara. ;)
Otra vez la tardecita nos encontró pedaleando. A esta altura del año hay que cuidarse del sol, por eso elegimos esta hora.
Salimos de la Esmeralda con destino al Cerro Verde, ubicado a poco más de un kilómetro antes de llegar a La Coronilla pero desde la ruta 9 no hay entrada por lo que seguimos hasta esta ciudad.
Allí no hay camping's, suponemos que se deba a la baja demanda de visitantes y a que el Parque de Santa Teresa (gran camping con playas) está a pocos kilómetros por la costa. Al otro día, después de haber dormido en el jardín de una de las últimas casas sobre la playa, desayunamos y fuimos a las ruinas del ex Hotel Las Cholgas. Habíamos leído algo y una persona en facebook nos dijo que no podíamos dejar de ir a estos hoteles abandonados.
Ex Hotel "Las Cholgas" | La Coronilla
Puede que se trate de los mejores resúmenes de este balneario, una metáfora de la desdicha que históricamente parece haberlo acompañado. Un puerto de aguas profundas que nuca llegó a construirse hace más de 100 años, hoteles que a finales de los 60´s alcanzaron su esplendor, derruidos por la caída en el número de turistas. Un canal artificial que desemboca en la playa -que los turistas no pidieron pero que la última dictadura militar construyó- y el edificio de una salinera en la bajada principal que fue demolido después de décadas de inutilidad caracterizan al balneario más pueblo de todos.
Tomamos el puente colgante sobre el dichoso canal, que permite volver hacia el oeste por la playa. Queríamos llegar (aunque sea por un rato) al Cerro Verde y ver las Islas de la Coronilla. En la playa desemboca este canal artificial (Andreoli), que según cuentan los vecinos generó un cambio muy drástico en el medio ambiente y particularmente en la playa, al arrastrar hasta el agua salada toda la materia vegetal y el caudal de agua dulce de los humedales arroceros de la zona, junto con desechos agrícolas.
El paseo por la playa nos llevó al Cerro y finalmente a Santa Teresa, en donde almorzamos, nos refrescamos y volvimos a la ruta N° 9 para volver a nuestro campamento. Habíamos dejado baterías cargando en dos diferentes locales, una de ellas la teníamos que levantar antes de las 2 de la tarde. No llegamos y tuvimos que volver al otro día desde Barra de Chuy ya que la tarde volvía a caer y las ganas de salir eran muchas.
En Barra de Chuy volvimos a dormir en un colchón y pasamos varios días descansando y pedaleando poco. Disfrutamos de la playa y los excesos (moderados) de fin de año.
Fuimos 2 veces a la ciudad de Chuy, hicimos el camino por la Barra de Chuy brasileña, es angosto y sin banquina pero son sólo 12 kilómetros y los otros vehículos nos respetaron bastante.
A los pocos días las ganas de seguir pedaleando afloraron, es que descansar mucho, a veces cansa.
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